HISTORIA DE LA PINTURA EN EL ECUADOR
"El arte, como palabra y como ritmo indica la proximidad amenazante de una fuerza vago y vació, existencia neutra, nula, sin limite, sórdida ausencia asfixiante condensación donde, sin cesar, el ser se perpetua, en forma de nada".
MAURICE BLANCHHOT
En el campo de la pintura, debemos manifestar que fue el arte más difundido de la Colonia, todas las obras pictóricas tienen temas netamente religiosos y están dotados de una hermosa policromía y de profundos conocimientos anatómicos. Entre los pintores más destacados, anotaremos al genial Miguel de Santiago, que vivió en Quito en el siglo XVII, su obra cumbre lo representa “El Cristo de la Agonía”, en la que, según la tradición, Santiago tuvo que asesinar a su modelo en la cruz para conseguir un acabado perfecto. Perseguido, se refugió en el convento de los Agustinos, donde pintó la serie de la vida de San Agustín.

Otro pintor destacado fue Nicolás de Gorívar, yerno de Miguel de Santiago, todas sus obras descansan en las naves laterales de la Iglesia de la Compañía y se titulan “Los Profetas”. En el siglo XVI, sobresalieron otros pintores quiteños, generalmente indios y mestizos: Adrián Sánchez, Francisco Quishpe, Antonio Salas, Samaniego, la miniaturista riobambeña Magdalena Dávalos. Otro pintor extraordinario fue el religioso Padre Pedro Bedón, domínico que pintó “La Virgen de la Escalera”.
Pintores mas reconocidos
1. Humberto More
2.Oswaldo Guayasamin
3.Eduardo Kingman
4.Alejandro Elias
5.Camilo Egas
Oswaldo Guayasamin
Oswaldo Guayasamín nace el 6 de Julio de 1919, en Quito, Ecuador. Fue el mayor de 10 hermanos, hijos de una familia humilde. Su padre, de descendencia indígena, se llamó José Miguel Guayasamín y trabajó primero como tractorista y luego como chofer de taxi. Su madre, Dolores Calero, de descendencia mestiza se dedicó siempre al hogar y a sus hijos.
Su madre muere a los 46 años de una vida de privaciones y pobreza que dejan una profunda huella en un niño de tanta sensibilidad. A sus siete años Oswaldo ya rebela su vocación artística y pinta sus primeras obras, desvelándose por encontrar un lenguaje propio, utilizando leche que le cedía su madre, alimento de su hermano recién nacido, para disolver las pastillas de acuarela.
Sin embargo su vida académica fue complicada. Fue expulsado de seis colegios por “falta de talento” y mientras su padre lo forzaba para que fuese un chico normal, como sus hermanos, que estudiaban una profesión, Guayasamín estudia el rostro -en serio y en broma- de sus maestros que lo sacaban de clase por la ofensa de caricaturizarlos, uno de ellos llegó a decirle «hazte zapatero... porque no sirves para nada». Excepto para pintar.
Con desilusión de parte de su padre, que pierde un doctor en algo, entra en 1933 a la Escuela de Bellas Artes y allí también choca con los moldes y las tradiciones pero pronto es el alumno más destacado y al mismo tiempo el mejor maestro. Sus cuadros impactan a todos cuantos los ven.
Su primer encuentro con la crueldad de la vida, el azote de la violencia y la injusticia de los asesinatos, que le llena de ira y rebeldía el corazón, se plasma en el cuadro que titula "Los Niños Muertos" que recoge la brutal escena de un grupo de cadáveres amontonados en una calle de Quito, entre los que consta un chico de su barrio, su mejor amigo, de apellido Manjarrés, asesinado por una bala perdida.
Desde entonces asume una posición, frente a las crueldades e injusticias de una sociedad que discrimina a los pobres, a los indios, a los negros, a los débiles.
Su nombre y ascendencia indígena, la pobreza de su infancia, el asesinato de su amigo, la crisis agobiante de los años 30, la Revolución Mexicana, la Guerra Civil española, y todo lo que va sucediendo en el mundo le hacen ver y sentir una realidad que se agudiza con el paso del tiempo y frente a la cuál asume una actitud ideológica que se refleja en su concepción plástica y su actitud política.
En 1940 se gradúa de pintor y escultor en la Escuela de Bellas Artes y en 1942 gana sus dos primeros premios, uno, en el Salón Mariano Aguilera. Y el segundo, en 1956, su cuadro “El Ataúd Blanco” gana el Gran Premio de Pintura de la III Bienal Hispano-Americana de Arte.
En 1976 crea junto con sus hijos la Fundación Guayasamín, y a través de ella dona al Ecuador todo su patrimonio artístico, con el que organiza tres museos: Arte Precolombino (más de 2.000 piezas), Arte Colonial (más de 500 piezas) y Arte Contemporáneo (con más de 250 obras). En este último se exhiben los cuadros pertenecientes a la Edad de la Ira, la cual fue donada en su totalidad para evitar que se dividiera, como pasó con Huacayñán.
A partir de los años 80 empieza una nueva serie: Mientras Viva Siempre te Recuerdo, también conocida como la Edad de la Ternura o simplemente La Ternura, en homenaje a su madre, la cual da un giro esencial a los trabajos de Guayasamín. Es una declaración de amor a su madre, quien lo apoyó desde el principio a ser pintor, un “homenaje a la mujer de la tierra, una defensa de la vida, la defensa de los Derechos Humanos”.
A partir de 1996 inicia en Quito su obra más importante, el espacio arquitectónico denominado "La Capilla del Hombre" como un homenaje al ser humano, especialmente al pueblo latinoamericano con su sufrimiento, luchas y logros, pasando por el mundo precolombino, la conquista, la colonia y el mestizaje.
Oswaldo Guayasamín fallece el 10 de marzo de 1999, aún sin ver finalizada su obra máxima, La Capilla del Hombre, cuya primera fase se inauguró en el 2002. Este proyecto fue declarado por la UNESCO como "prioritario para la Cultura" y fue ejecutada con aportes de entidades de Ecuador, Chile, Bolivia, Venezuela y con la solidaridad de artistas -cantantes y pintores- de Hispanoamérica con la donación de obras y la realización de festivales musicales.
Sus cenizas descansan bajo el denominado “Árbol de la Vida”, un árbol de pino plantado por el mismo Guayasamín en la casa en que vivió sus últimos 20 años, dentro de una vasija de barro.
Vasija de Barro
Un día a principios de noviembre de 1950, el pintor ecuatoriano Oswaldo Guayasamín, encontró en la calle a Carlos Gonzalo Benitez, integrante del famoso Dueto Benitez-Valencia, y lo invitó el siguiente viernes a una reunión en su departamento entre las calles García Moreno y Galápagos de la ciudad de Quito.
Oswaldo Guayasamín había invitado a sus compañeros de la Escuela de Bellas Artes, además de poetas y a escritores. Uno de los poetas invitados, Jorge Carrera Andrade se quedó absorto mirando el cuadro “El Origen” del maestro Guayasamín. Carlos Gonzalo Benítez recuerda que en el cuadro Guayasamín había pintado una vasija de barro y adentro, dos esqueletos de niños. El poeta Jorge Enrique Adoum recuerda que el cuadro tenía a una madre con su hijo en el vientre y “que el vientre parecía una vasija de barro”.
Jorge Carrera Andrade se enamoró del cuadro y fue a la biblioteca de Oswaldo, cogió un libro - el primer tomo de En busca del tiempo perdido de Proust - y en la contratapa escribió,
Yo quiero que a mí me entierren
como a mis antepasados
en el vientre oscuro y fresco
de una vasija de barro.
Luego tomó el libro Hugo Alemán y escribió la segunda estrofa,
Cuando la vida se pierda
tras una cortina de años
viviran a flor de tiempo
amores y desengaños...
En seguida lo tomó el pintor Jaime Valencia y escribió,
Arcilla cocida y dura
alma de verdes collados,
luz y sangre de mis hombres,
sol de mis antepasados...
Luego el poeta Jorge Enrique Adoum puso la cuarta estrofa,
De ti nací y a ti vuelvo
arcilla vaso de barro
con mi muerte yazgo en ti
a tu polvo enamorado.
Después, Jorge Carrera Andrade reta a Carlos Gonzalo Benítez y a su compañero, Luis Alberto 'Potolo' Valencia, que habían estado presentes en el intercambio de versos, a escribir la música. Estos, cogieron sus guitarras, el libro y se fueron a un rincón a componer la música. La tapa del libro con el poema manuscrito aún se conserva.
Casi a media noche, cuando regresaron con la música, ya todos estaban bastante alegres. En ritmo de danzante, así se engendró una de las canciones más distintivas de la música ecuatoriana. A las seis de la mañana todos cantaban en coro “Vasija de barro” y de allí el Dúo Benítez-Valencia comenzo a difundir la canción en sus presentaciones y en programas radiales.
Gonzalo Benítez, cuenta en el libro Tras una cortina de años de Adrián de la Torre y Pablo Guerrero: "Incorporamos la canción al repertorio de las audiciones, y seis años después todavía nadie quería grabar esa pieza. Así que fui donde Gustavo Müller, de discos Nacional, a decirle, tengo una canción muy bonita y le canté la "Vasija de barro". No me dio ni la hora" contó Benítez . Según el músico, Müller le habría dicho que la canción "no era comercial". Finalmente, el artista convenció al productor y se grabó la primera edición, con la ayuda de 10 músicos. De allí, todo es historia. Hay que anotar que el poeta Jorge Enrique Adoum escuchó por primera vez la grabación en la calle, una noche mientras cruzaba la Plaza Grande en Quito. Consiguió un disco de inmediato y se lo regaló a Oswaldo Guayasamín, quien organizó una fiesta para celebrar el acontecimiento.
En cuanto mi apreciación personal yo creo que en Ecuador el arte siempre ha estado presente ya sea en la arquitectura, en la pintura, el teatro, la danza, la fotografía. Los ecuatorianos vivimos rodeados de arte lo cual ha creado que no la apreciemos como se debe porque estamos acostumbrados a ella. El arte ecuatoriana tiene una gran influencia europea, ya que el arte se desarrolló mediante las instrucciones de artistas españoles quienes instruían a los indígenas sobre sus técnicas.
Es muy importante que nosotros los ecuatorianos nos sintamos orgullosos de nuestra cultura ya que es la que nos define como las personas que somos hoy en día, lo que nuestro arte nos refleja no es nada más que una caracterización de lo que sucedió en la época de la colonización en manos de los españoles.
Breve historia de la pintura del Ecuador
Robin Echanique
Pintor lojano nacido el 7 de agosto de 1948.
De temprana edad se trasladó a Guayaquil donde en 1960, obedeciendo a sus inquietudes y vocación artística, ingresó a la Escuela Municipal de Bellas Artes donde tuvo como maestros a César Andrade Faini y a Alfredo Palacio, y donde en 1969 se graduó como profesor de artes Plásticas.
Poco tiempo después, su obra -identificada por sus características cromáticas basadas en la gama de azules, violetas y carmines; y por su estilo muy particular, enmarcado en las realidades dramáticas y tremendistas del expresionismo social- había logrado merecido reconocimiento y era considerada como la muestra de un concepto fresco y renovador dentro del esquema pictórico ecuatoriano.
Habiendo comenzado a desarrollar su arte en una época influenciada por las telas de Kingman, Guayasamín y Andrade Faini; logró darle a su pintura una personalidad propia en la que se destacan sus colores y sus formas rítmicas y equilibradas.
Para 1978 había realizado exposiciones en las más importantes salsas públicas y privadas de Guayaquil, Quito, Cuenca, Ambato, Riobamba, Latacunga, Loja, Esmeraldas y Salinas. Ese mismo año, con su obra “Los Que se Van” obtuvo el Primer Premio del Salón Nacional de Pintura de Octubre “Independencia de Guayaquil”. De inmediato y gracias a una beca otorgada por el gobierno español, viajó a Madrid para continuar sus estudios de grabado y litografía en la Escuela de Artes y Oficios, y de pintura mural en la Real Academia de Bellas artes de San Fernando.
“…Echanique es uno de los jóvenes pintores con más recia vocación de humanidad. Su paleta, varia y rica, alegre a veces y dramática en otras ocasiones, está amarrada al hombre y a su circunstancia. Todas sus figuras son seres terrenales: manos y ojos de amor y desamor, conjuntos por los que circula un aire enrarecido por la miseria, y grupos en los que vuela el aroma ecuatorial y grita su júbilo la vida, nuestra vida…” (Rafael Díaz Ycaza).
Después de recorrer Alemania, Francia, Italia y Portugal; se radicó de manera casi definitiva en España donde ha realizado exposiciones en Madrid, Granada, Cuenca, Logroño, Santander, Bilbao, Valencia, León, Guadalajara, Aranjuez, Valladolid, Burgos, Salamanca, Avila y Zamora. En 1990 realizó un curso de taller de restauración en Segovia, y en junio del 2000, el Museo Municipal de Guayaquil presentó una retrospectiva de su obra.

Artista y pintor Olmedo Quimbita
Olmedo Quimbita Panchi nace en Latacunga, capital de la provincia de Cotopaxi, en 1965. A los 12 años su padre lo envío donde el maestro Manuel Cangui, para que le enseñara diversas técnicas pictóricas. Frecuentó por 3 años la Escuela nocturna de Dibujo y Pintura de la Universidad Central.
Realiza obras de estilo figurativo y simbólico, trabaja con mucho colorido, propio de la pintura centroamericana, trabaja temas como la maternidad, los grupos de mujeres en actividades, sobre los cuales se desarrolla una sobria sensualidad. Entre sus obras tenemos: maternidad I, maternidad II, el ciclista, las amigas y los gatos; todas muy reconocidas a nivel internacional.
Quimbita en sus obras busca “...el interior del ser humano. El sonido como un elemento expresivo representa el viaje imaginativo e infinito hacia una atmósfera etérea más allá del ser físico.”

JORGE VACA (PINTOR ECUATORIANO)
Jorge Vaca artista plástico, quien nos brinda el la plástica una propuesta diferente innovadora, experimental, tanto en técnicas, como en soportes donde plasma sentimientos y gustos coloridos, abstractos, desnudos, estos dos estilos que lo distinguen y que lo realiza de forma diferente en el mundo plástico conocido. Vaca un intelectual del arte, pintor, poeta, escritor, filósofo, pero sobre todo humano.

Integrantes:
Nelly Quijije
Selena Montesdioca
Rebeca figueroa
Andrea Matamoros
Jessica Cantos
Curso:
1ro D
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